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lunes, 21 de septiembre de 2015

Testigo de la Fiesta

Me toca viajar a Buenos Aires otra vez.
Sin embargo esta vez la misión es diferente, más difícil, no porque no pueda yo cumplirla sino porque me tienta salirme de las reglas.
Debo asistir a una fiesta sexual donde debo escribir (pero no participar respecto a) todo lo que observe. Se me ha ordenado discreción, no puedo nombres ni nada que pueda identificar a los participantes, todo es anónimo más estas personas (de élite monetaria) desean se conozca el tenor de sus juegos; su privacidad está garantizada desde antes que me contrataran para esto así que soy un eslabón más de esta interesante oportunidad. Aquí voy...

De partida encuentro un buen hotel a pasos de avenida Corrientes, cuando digo pasos me refiero realmente a que estoy a menos de 50 metros de la avenida. Esta calle, Talcahuano no deja de causarme emociones además encontradas.
Aquí por unos meros 14 dólares me dan una habitación privada con baño, muebles lindos, aire acondicionado y hasta una nevera. No puedo pedir más, además el ascensor de reja me transporta a tiempos de otros siglos...
Es un tiempo asoleado en la capital argentina, el metro, de más de 100 años de antigüedad, no enfría bien los sudados cuerpos; quizá un anticipo de lo que me espera pero ahí voy con mi mochila y no mucha más ropa.  ya que se me ha obligado a firmar cláusula donde me comprometo a no llevar absolutamente ningún medio posible de registrar ya sea de modo visual o de audio nada de lo que presencie. 
Deberé hacer el trabajo "a la antigua", es decir sólo a papel y lápiz, por eso en mi mochila va un cuaderno, una lapicera (otra en mi bolsillo ;) y una botella de agua: tendré que contemplar escenas de alta temperatura, me dejarán anotar pero el agua supongo corre por mi cuenta. 
Se me ha prohibido salir directo de mi hotel en calle Talcahuano al lugar. Debo perderme, luego caminar hacia la dirección. Considerando el sol que aún reina no me gusta la idea pero este trabajo es quizá el más importante de mi carrera y considerando que han pagado todos mis gastos no me duele tanto caminar. La instrucción me llegó vía correo electrónico y me indica tomar el metro hasta la estación Piedras en Av. de Mayo, justo cerca del hotel Tandil. Ahí debo caminar hasta Corrientes y luego una media hora sin poder volver a tomar el metro.
Camino pasando teatros, librerías, disquerías y por supuesto el que se convirtió en mi restaurant de comida china favorita unas 7 estaciones de metro desde el obelisco.
Llego al hotel que me han indicado y cuyo nombre no puedo revelar jamás.
No puedo además referirme a ninguno de los procedimientos secretos que me permitieron ser conducido a la puerta del salón de la fiesta. 




La Fiesta
Este lugar es hermoso. Yo pensaba que sería más pequeño pero de hecho es todo un piso al que he llegado. Abundan las paredes amarillas y lámparas tenues que dan una luz de atardecer a pesar de que afuera aún quedaba sol, que ha sido cubierto por las persianas externas tan comunes en ventanas argentinas.
Adentro soy despedido por un empleado de seguridad quien se ha cerciorado de que aparte de pañuelos desechables, mi dinero para transporte, identificación y cuaderno más lápiz botella de agua no porto nada más.
Soy entonces entregado a otro salón más angosto lleno de esculturas  y hermosas pinturas desconocidas para mí donde me aguardan dos hermosas mujeres con algo así como bikinis rojos.
Soy conducido a un salón más grande. Aquí la calefacción es perfecta, la luz un poco más baja. Tiene forma rectangular. Yo soy asignado a una de las cabeceras, se sabe que debo tener vista privilegiada por los jefes y de paso que deben ignorarme los invitados. Saco de inmediato mi cuaderno y lápiz para ponerlo frente a la mesita que me acercan las hermosas 2 chicas que me traen aquí, nos despedimos con una sonrisa. Estoy solo, aún no llega nadie.
Pero pasan sólo unos minutos cuando entra la gente desde una puerta lateral en montón, parece que la tradición es llegar juntos. Van tomando sus puestos a mi izquierda, derecha, adelante y en general en todos los alrededores de la habitación dejando el centro vacío.
Sin dar demasiados detalles de la gente invitada sólo puedo indicar que llegan parejas de hombres, mixtas y de mujeres. Toman asiento.
No pocos se me acercan y me ofrecen métodos de alterar la conciencia que no puedo detallar pero acepto uno de los más inofensivos. Se me ha advertido que no debo consumir alcohol pero no se ha indicado nada de otras drogas.
Acepto un puro que contiene opio. Yo pensaba que moriría sin poder en mi vida poder probar este manjar pero aquí estoy.
Justo al aspirar a su delicioso sabor veo parejas que ya empiezan a besarse.
Registro con precisión detalles observados, más que mal a esto he venido aquí...

...
Pausa...

(...)
Despierto. Aún estoy sentado en mi mismo sillón. Aún algo confundido por los efecto de lo que fumé.
Mis apuntes a medias frente a mí. No sé cuánto tiempo ha pasado porque no sólo el teléfono móvil me han requisado sino que también mi reloj. Calculo una hora viendo que hay parejas que aún no están desnudas.
Las mismas chicas que me recibieron re aparecen con copas de alcohol para ofrecerme. Mi contrato es estricto y como pretendo volver no tengo problemas en enfatizar que aunque me muero por un trago no puedo.
Aún así no sé por qué me siento tan soñoliento. Me parece que he dormido mucho. Una pareja de hombres cerca mío se ríe y se besan. Luego veo parejas intercambiarse y otras que se retiran por puertas laterales a lugares donde a pesar de levantarme no se me permite ingresar.
Resulta que he tenido acceso al nivel de los que están un poco más abajo en la escala de millonarios que en este lugar se han congregado. Veo caras, aquí no hay máscaras pero estos no son personajes poderosos, esos están en otro piso me dicen por aquí, pero ahí no se permite espectadores ni menos cronistas de revistas de tiraje extranjero nacional como yo.
No importa, estoy conforme, he podido observar y registrar tanto como el opio me permite, estoy seguro, siento buenas vibras en este ambiente y pienso que quizá más adelante puedo ganar acceso a los otros ambientes que ciertamente despiertan mi curiosidad.
De fondo no hay música, sólo el sonido de gemidos, cuerpos uniéndose, sudor en roces y por supuestos pasos aquí y allá. Soy el único vestido en esta habitación sin embargo nadie me molesta, saben que estoy sólo para observar y escribir, nadie saldrá identificado y nadie buscó conocerme, sólo soy un testigo de la fiesta.
















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