(la canción de turno en mi cabeza en este paseo...)
Fue una noche donde el sol esperó a que llegara de vuelta a mi casa y por lo tanto permear de noche mi paseo nocturno.
Vientos diferentes se llevaban ideas varias en distintas direcciones, tantas como calles a mi alrededor, posibilidades, pasajes, luces, hasta que llegué a la playa.
No costó encontrar una zona bien oculta entre matas y rocas sin mucha luz.
Pude sentarme a disfrutar la tranquilidad de un septiembre primaveral que ya se huele, despejada noche repleta de estrellas y una luna que a ratos nubes ocultaban deliciosamente.
Nadie cerca, ni vivo ni muerto, sólo el constante renovar de olas dulces tranquilamente acariciando la arena bajo mis pies, me acerco más adentro, hay una roca lo suficientemente grande para mantenerme antes que la marea siga subiendo como noto lo está haciendo.
Estoy de pie en esa roca, veo al horizonte fundido con el obscuro firmamento. Luego a mi derecha las luces alineadas de la ciudá, a mi izquierda otra sección de la costanera oriental.
Pero del oriente claro aún ni rastros, soplan vientos más nocturnos que los anteriores aquí, las aguas me rodean bajo la roca, ni siquiera me mojan pero se escurren rápido en la arena a mi alrededor. Por un momento me sumerjo en aguas de otros tiempos y espacios...
Pude ver tanto y tan poco a la vez.
Luego vuelve el viento a saludarme.
Arriba las estrellas. Siento el llamado a retirarme.
Decido un ejercicio inspirado: subiré esta calle sintiendo lo que cada casa emana...
Las primeras cuentan poco, la tercer se hace más sociable, la siguiente, la número 112 esconde sorprendentes secretos!
La siguiente luce triste, tanto como los árboles que sólo traen oscuridad a su jardín tapando los postes de luz.
Seguimos la dantesca travesía por estas aguas del Leteo infernal donde cada alma encarga sus penurias...
La siguiente cuadra parte neutral, al servicio porque es una casa centro de salud. Próxima a ella una tierna casa sonríe, es un jardín infantil donde hasta las ventanas iluminan jardines..
Al frente una gran casa de mirones, ventanales gigantes dan frente al motel de esta calle, esta noche repleta de luces verdes por cierto, parece que los amantes no desean aliviar sus pasiones por hoy. Al menos no a esta hora.
Mi caminar continúa y he llegado a la iluminada esquina de la avenida donde la casa está cercada por altos y disciplinados arbustos que tapan cualquier visión del patio interior o sus ventanas del segundo piso que aún así está bien oculta. Esta casa de ladrillos rojos sufrió hace poco un choque que terminó con senda camioneta incrustada en su reja verde y el poste de luz de su jardín atravesado en la avenida cortando la luz la noche que en algunos seres aún nos encontrábamos disfrutando de la misma... la lectura para esta casa donde se le estrellan en la noche a pesar de tener esa doble reja de barrotes metálicos más arbustos frondosos da para irónicas o divertidas conjeturas ciertamente.
Pasamos la avenida, con mi seguro caminar parezco asustar a un joven que está en la ventosa esquina esperando transporte público, pero consulta su celular. Finalmente me acerco a mi casa, acogedora, con mi gata, saludándome.
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