día tras día, noches llegan inevitablemente,
con todos sus fantasmas, duendecillos y esqueletos.
Como polvo en un mueble, regresa por más que limpiemos,
por más que intentemos enmendar errores,
olvidar asuntos,
proteger.
Y pienso en ti,
cargando tanto sobre tus hombros...
quisiera poder aliviar tanta carga...
quisiera poder llevar tus penas, desilusiones, penas, sombras...
Y no pasa nada,
la luna sigue allá inmutable,
fría, tranquila, cerrándose a las estrellas.
Quién sabe por qué no podemos tocar la luna,
tal vez no está destinada a todos,
tal vez no está interesada tampoco.
(Se puede seguir admirándola como un perro ladrando inútilmente!)
¿Quién quiere eso?
Y la luna brilla,
pero así también las miles de otras estrellas que están ahí para nosotros,
algunas incluso formando deliciosas constelaciones.
Abrázame mejor,
calla y cállame,
sólo quiero tu abrazo.
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