Buscar este blog

domingo, 21 de febrero de 2016

El festival de Jazz en la Patagonia

Como he dicho antes vivo en una pequeña ciudad en la Patagonia. Bueno, debería mencionar que en el lado chileno sólo por protocolo pero la verdad es que aquí como no tenemos cordillera de los Andes que nos divida chilenos y argentinos convivimos en paz. Compartimos el aislamiento y cierta dejación de parte de los gobiernos centrales de nuestros países y nos gusta a veces sentirnos más patagónicos que chilenos (creo que en el lado chileno la separación con el resto del país es más dramática debido a nuestra loca geografía). Y bueno aquí en mi ciudad no diremos que la movida cultural es demasiado significativa por la lejanía: a cualquier artista le sale muy caro venir hasta acá y para tocar en una ciudad de unos 170 mil habs.. no es rentable.
De todas maneras afortunadamente hay gente que se está moviendo para hacer cosas y así tenemos una fundación creada por particulares que con mucho esfuerzo, talento pero sobre todo altruismo trae jazz a mi ciudad, algo escaso diremos.
No soy un fanático del jazz y de hecho no lo toco tampoco en guitarra porque es difícil sin embargo disfruto a veces una buena sesión "jazzística", no lo negaré.

El festival dura tres o cuatro días pero ayer tocaba un amigo profesor de música. De hecho juntos preparamos algunas de sus canciones porque eran en inglés y le ayudé a pulir las pronunciaciones.
Me fui caminando porque por suerte era en un gimnasio a pocas cuadras de aquí.

Llego al lugar, hay muchos autos y grandes jeeps o camionetas afuera: parece que a este evento venía la élite de la ciudad já.
Yo seguí caminando con las manos en los bolsillos de mi chaqueta negra (aquí en Patagonia el verano se caga en nosotros y la temperatura de ayer a las 20 hrs al menos era de unos 8 a 12 grados, igual agradable para un pinguino.
La avenida con todas sus luces y arriba la tarde ya más oscura.
Entro siguiendo a la gente porque nunca había venido a este gimnasio del empresa nacional del petróleo y ni idea tenía de dónde queda la entrada.
Las gentes arregladas, maquilladas, con sus mejores ropas y finos perfumes entraba de a dos o en grupos. Llego a la puerta, que es doble, me siento como entrando a una catedral: este lugar no es el gimnasio típico que me imaginé, de hecho no hay graderías ni pistas de fútbol ni aros de básket ni nada deportivo! este recinto se parece más a uno los salones que el casino local arrienda para eventos.

Bueno, admito que está muy lindo y dominando todo en el centro el escenario con unos instrumentos raros (africanos) atrás: esto promete.

Me gusta sentarme al centro y ojalá cerca del escenario, porque un músico aparte de querer disfrutar la música puede observar la ejecución de los sobre el escenario. O reír si alguien se equivoca, já.
Me encuentro con mi amigo en impecable traje preparado para presentarse con su banda de blues. Le deseo "mierda mierda" y me echa una broma sobre cómo me reiré de su inglés, le aseguro que le saldrá espectacultar.

Aún hay puestos disponibles. Llego a la zona que yo quería, le pregunto a tipo sin expresión si acaso la silla de al lado está libre, asiente y me acomodo leyendo mi programa (que entregaban en la entrada unas señoritas).
Todo bien, ahora observo las gentes porque aún hay abundante luz. Observar gente entretiene cuando un show no comienza a la hora...

En general abunda gente mayor de 25 años aquí.
Gente que no habla mucho con los de al lado. Algunos se semi levantan para observar a todo alrededor buscando alguien a quien saludar.
Gente con sus teléfonos inteligentes y tomándose selfies, puedo adivinar esos estatus de Facebook: "en el (bla bla bla) pronto a disfrutar buena música - esta persona se siente artística".
Y bueno, al final hay murmullo general: los músicos se acercan al escenario.
Me doy cuenta que unas 2 filas adelante mío hay aún un puesto entre dos damas. Me voy y le pregunto a la más joven si está libre esa silla, me dice que sí. Me siento. La mujer de mi izquierda y de mayor edad sin embargo me mira no de mejor manera aunque sin decir nada. Me doy cuenta que debería haberle preguntado a ambas, de pronto la escucho hacer una llamada telefónica diciendo "sí, ya estamos acá, quedamos al centro" y me siento culpable porque su amistad o quien sea no podrá sentarse junto a ella porque veo de reojo que a su izquierda no tiene puestos cercanos libres tampoco. Pero bueno, la vida es perfecta, quizá alguien requería valorar la puntualidad esa noche, já.
Suben los 6 músicos. Sonrientes algunos, nerviosos otros.

Abren con un potente blues y continúan impecablemente hasta finalizar con un décimo tema o algo así, más un encore o tema final a pedido del público cuando ya se habían bajado del escenario. Mi amigo se lució con su inglés aunque el batero a mi gusto le dió demasiado fuerte a la batería en los temas opacando otros instrumentos. La cosa es blues no rock loco!


Luego viene un músico de Guinea, Africa, quien es percusionista.
Presenta sus instrumentos, varios africanos así que desconocidos a nosotros los magallánicos je.
Uno en particular es cautivante, se llama balafón 






y al finalizar la primera pieza, de unos 10 minutos, explica con ayuda de intérprete franco-española que ese instrumento es espiritual y le habla al alma de quien escuche. Concuerdo con eso.
Tras unos 6 temas me voy, me siento cansado, con hambre y débil, por lo que decidí encaminar a casa bajo un cielo nocturno no tan helado y yo diría incluso con una cálida brisa.

Acercándome a casa decido tomar una calle que nunca tomo. Descubro con alegría que hay un localcito de sánduiches y pizzas. Tienen sus precios en la ventana, está muy barato.
Es una piecita de una casa que habilitaron como local. No hay nadie. En los casi 2 metros cuadrados para los clientes no hay nadie. Luego una barrera de madera y ahí una señora mayor con su delantal blanco y rodeada de cocinas antiguas, una freidora pequeña y alimentos varios en el mesón junto a los utensilios propios del oficio.

Me doy cuenta por qué el local se llama "El rincón de la wely" (wely= diminutivo para abueli en Chile já). Ella debe ser la abuela. Le pido un ave palta (que sale 2.500 pesos, cuando lo standar es 3500 o más). Como ve que observo con detención el menú pegado en la pared me dice que también tienen esos teléfonos y uno puede pedir y venir a buscarlos. Todo bien, me pregunta si querré mayo.
Me llevo mi sándwich con mayo envuelto en papel aluminio bajo el cielo nocturno.

En la avenida cercana a mi casa no me aguanto y abro el caliente sándwich para probar unas 3 mascadas.

El paraíso existe.





3 comentarios:

  1. Que buena noche, completa... Buena música y comida... Y no solo descubriste un instrumento sino un local de comida ja...yo era también de los que le gusta darle fuerte, aunque sea un tema lento... Pasión querido!!! Saludos...

    Ahora una cosa: Que tenes contra los bateristas? Jaja...

    ResponderBorrar
  2. Necesito una entrada tuya si no diaria día por medio jaja... No te pido con esta extensión pero bueno, lo que sea...saludos amigo

    ResponderBorrar
  3. jJEJE Se vieneeee, gracias caro amigo!

    ResponderBorrar

¡Gracias por leer y comentar!