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miércoles, 21 de octubre de 2015

The Suicide Box (relato)

Ya hace un tiempo que las cámaras de suicidio abundan. Sin embargo aún muchas personas no las conocen.
El concepto es simple: muchos potenciales suicidas no desean arruinar su casa con sangre o
el recuerdo de que ahí se cometió un suicidio: no es sólo es un amargo pesar para los
familiares sobrevivientes sino además baja la plusvalía de dicha propiedad.

Por eso un inversionista con visión se dio cuenta entonces que podría ayudar a los potenciales suicidas y de paso generar ingresos en un creciente nicho, especialmente en  Japón.

Las conocidas popularmente como "suicide box" entonces nacen a partir de un contenedor metálico
revestido hasta la exageración por aleaciones de metal y materiales probados por expertos en
balística para que ningún proyectil (del calibre que sea) pueda escapar.
Por si fuera poco, de todos modos se encuentran algo alejados de la urbe para mayor comodidad y
privacidad. Sin embargo, contrario a lo que pudiera pensarse, las suicide box no se encuentran
en medio de parajes verdes o bucólicos escenarios: esta tranquila visión de bosques o arroyos
podrían despertar en el cliente suicida el arrepentimiento que lo haga demandar a la empresa
dueña de la cámara a devolver el dinero.
Porque sí, quien desea usar las suicide boxes debe pagar una buena cantidad, aunque con la tranquilidad de que luego su cuerpo (o lo que quede) es entregado a la familia y la empresa se encarga de todos los trámites policíacos de rigor o médicos como autopsia y papeleos varios.

Generalmente se emplazan en fábricas abandonadas donde el cliente llega solo o acompañado, luego entra a la cámara tras despedirse ya sea vía telefónica o si alguien le acompaña. Incluso
la empresa pone a disposición un pequeño laptop conectado a Internet por si el contratante
desea publicar algún mensaje final en redes sociales, twitter, blog, etc.

Los empleados encargados de la mantención y limpieza de la cámara y sus elementos escoltan
al cliente al interior, cierran las compuertas -pero lo encierran, porque el contrato estipula
que en caso de arrepentimiento la empresa no hará devoluciones de dinero, por lo tanto
el contratante es libre de una vez en el interior abrir compuertas si se arrepintió y salir de
vuelta a la vidi.

Otro asunto importante es que si bien en algunas ciudades la empresa pone un par de cámaras
tampoco puede el contratante permanecer muchas horas al interior porque algún nuevo cliente
podría requerir los servicios y si no está lista es un negocio millonario que la empresa se
pierde, es por eso que el contrato también establece que el cliente una vez llega a la zona
donde la suicide box está emplazada cuenta con sólo una hora para ejecutar su propósito.

Al entrar en la cámara todo se ve limpio, ordenado, pulcro y bien mantenido excepto por una cosa:
el olor, no es que sea muy fuerte o desagradable, pero se siente que ha habido muerte adentro,
después de todo, la ventilación es mala debido a la necesidad de proteger rendijas para que no
vaya a escapar una bala.
Al interior abundan los instrumentos de la muerte: pistolas y rifles de asalto, la tradicional soga ya atada a una barra en el techo, sables  y espadas varias, jeringas con inyecciones letales para autoadministrarse, botones que accionan gases mortíferos (aquí las rendijas de ventilación se cierran automáticamente) e incluso un par de brebajes y pasteles con venenos de rápido accionar sin dolor... en fin, la lista es amplia pero todos los elementos ahí son efectivos. De todas maneras se da la posibilidad al cliente en caso de que esté decidido en la manera a que pida el método de su preferencia, por ejemplo algunos prefieren la tina con agua caliente y una hoja de afeitar, para ese caso se le pone una tina rellena y lista para cuando llegue.
¿Qué pasa si un cliente queda vivo tras permanecer la hora adentro? eso también se contempla en el contrato y si eso ocurre -de hecho ha pasado- se llama a algún teléfono proporcionado por el cliente y se traslada de inmediato al sobreviviente a un hospital (a pesar de las peticiones, la empresa bajo ninguna circunstancia "rematará" al cliente). Es un triste giro a los propósitos del contratante pero debe asumir que incluso hay balas en la cabeza que no matan a la persona.

Cuando el trámite si es exitoso y tras la hora cumplida, un team de limpieza entra con una camilla para sacar al difunto cliente, se toman fotos de rigor para los temas policiales, se aguarda la llegada de la policía y ambulancia y mientras se hace la limpieza a toda velocidad de los elementos empleados y se dejan ahí mismo recargados y preparados para el próximo contratante.














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