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sábado, 1 de octubre de 2016

Cartas de amor

Recuerdo que en mis años universitarios me gustó una chica llamada R.
Yo no conocía a R., sólo la había descubierto en el patio cubierto de la facultad (donde en los recreos los alumnos nos juntábamos a conversar, tocar guitarra o muchos otros a fumar (años 90's, cuando se podía fumar dentro de instituciones educativas en Chile -luego la ley lo prohibiría).

Siempre miraba a R. Pasaba ella con sus rubios cabellos y mirada inocente mientras yo publicaba anónimos poemas en los diarios murales de pasillos sobre cementerios (que visitaba de noche), esqueletos, muerte, sangre, pasión y vino... (mis años Baudelairianos...)

Un buen día me di cuenta que tenía un muy buen amigo que estudiaba en la misma carrera de R.
En aquellos años no existía Facebook y la Internet no se usaba como hoy para conectar con personas. Decidí hacer lo que ya había hecho antes, escribirle una anónima carta declarándo lo que sentía por ella. Le plantié la cuestión a mi amigo quien accedió a entregar la carta a R. y mencionarle que el autor por ahora deseaba permanecer anónimo pero que se comprometía a más temprano que tarde dar la cara y un buen día presentarse frente a ella y conocerse. Mi amigo aceptó.

No recuerdo contenidos de la carta pero de seguro era interminables halagos para ella y su belleza.
Mi amigo hizo la entrega y luego me contó que a ella le había gustado mucho pero que había quedado con mucha curiosidad respecto al autor. Desde ese día podía notar cómo en el patio donde nos congregábamos en el recreo ella miraba alrededor como buscando descubrir al anónimo admirador observándola. Yo contaba con la ventaja de saber cuándo disimular, alejarme o "hacerme invisible" y aún hasta arreglármelas para escuchar su voz pasando cerca.

Se repitieron las cartas, no fueron muchas, quizá unas 3 e incluso ella respondió -con algunas faltas de ortografía perdonables- mis posteriores cartas.

Hasta que le envié la carta donde le proponía juntarnos y dar yo la cara. Sugerí ir al cine, ella aceptó, acordamos hora y lugar.
Llegué esa tarde, muerto de nervios obviamente, y la encontré en la esquina donde planeamos vernos. Hubo un detalle imprevisto; no estaba sola: al menos 3 chicos y otras 4 amigas acompañaban...

Qué vergüenza! pero ya estaba ahí, no había marcha atrás y era comprensible que haya querido estar acompañada al momento de conocer a su admirador secreto, teniendo ella unos tiernos 19 años creo y yo 21.

No fue difícil sociabilizar con sus amigos, todos sabían sobre mí y actuaron de lo más natural y nos fuimos juntos a ver la película. Obviamente me senté junto a ella en el cine pero lo impensado ocurrió: no hubo química al conocernos, hubo simpatía y etc. pero no conectamos.

Sí conecté con una de sus amigas con quien quedamos juntos también, me confesó cuánto le había gustado ese detalle de las cartas de amor a su amiga y me dio su  número telefónico.
Al poco tiempo esta amiga de mi "amada" terminó convirtiéndose en mi novia.



3 comentarios:

  1. Y eso te hizo que consiguieras algo bueno, aunque de una manera inesperada. Y con una chica inesperada. Que buena historia.

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  2. ¡Qué grande! casi siempre ocurre así eh.
    Lo impensable, o donde no se hace foco, es lo que más natural sale.
    Tuviste suerte entonces en no conectar.
    Linda historia.

    Ahora, ¿tu novia leyó alguna vez esas cartas? Situación extraña si lo hace

    Abrazo!

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  3. ignoro si las leyó jeje

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