Buscar este blog

lunes, 19 de junio de 2023

Autodefensa

 El fin de semana me fui a la ciudad principal porque necesitaba hacer algunas compras importantes para mi nueva casa. 

Lamentablemente las cabañas que tradicionalmente arriendo estaban ya reservadas así que tuve que volver a una hostal central que, recordé por qué había dejado de tomarla: tienen su calefacción central programada para encenderse y apagarse automáticamente a ciertas horas y es horrible. Durante el día no, pero a la media noche se apaga hasta las 4am aproximadamente. Supongo pensado en que muchos turistas llegan de noche a dormir, y efectivamente en booking.com tienen muchas quejas de que en la noche el calor era insoportable.

El problema es gente como yo, que necesita "trabajar" por la noche en el compu, cagado de frío. No vuelvo más, prefiero pagar 10 mil pesos más por algo donde YO decida cuándo quiero calor o frío y admito soy del team friolentos.

El viernes llegué de noche, aún estaba encendida la calefacción así que fui rápido a comprar a una botillería cercana. Debía pasar junto a una cancha para skates y bicicletas, de esas con saltos, subidas bajadas, etc. Es de hormigón porque si fuera de madera ya la habría vandalizado o se hubieran robado los maderos... La cosa es que esta cultura de jóvenes adolescentes que pululan en aquel lugar, además de practicar su afición de noche, escuchan música principalmente hip hop, rap y urbana además de beber cervezas o fumar cosas. Varias veces había pasado por ahí de noche y jamás ningún problema.

Hasta el viernes, en que tras salir del negocio de vuelta hacia mi hostal, decidí tomar un camino más "expuesto" digamos a orillas de la avenida, precisamente para evitar la callecita más escondida que colinda con el parque de los muchachos (que igual es grande, medirá sus casi dos cuadras.)

Ensimismado en mis pensamientos caminaba bajo los postes de luz anaranjados, creo que pensaba en lo que ganaba en vida un conocido estanciero regional dueño de tierras, animales y empresas que le permitiendo construirse la inmensa casona que contemplaba a la otra vereda de la avenida, aunque todo su dinero le pudo ayudar a evadir la inevitable muerte... últimamente he vuelto a leer a Baudelaire.

Cuando a mi izquierda veo tres jóvenes con un perro tipo pastor alemán. La bestia apenas me vio, a unos 6 metros se larga a correr, pero sin ladrar el desgraciado. Su vista fija en mí, sus patas y cuerpo dirigidos inequívocamente a toda velocidad a atacarme. En esa fracción de segundo agradecí haber llevado una mochila para meter mi compras porque así, con manos libres pude apurarme en extraer el pequeño gas pimienta que siempre porto de noche, remover el seguro y esperar el ataque inicial. La bestia inexplicablemente en vez de morderme alguna extremidad saltó como queriendo empujarme con sus patas delanteras a la altura de mi pecho (no soy muy alto) mientras aparentemente el dueño lo llamaba, todo ocurrió muy rápido. El infame animal quiso usar mi pecho para impulsarse y llevar su hocico a morder mi cara, pero mi mano derecha ya le estaba suministrando una carga del gas aunque lamentablemente como había más encima viento en contra algo de aquello me llegó también a la cara. Junto a esta maniobra -que funcionó para alejar al bastardo peludo- retrocedí y seguí rápidamente mi camino con mirada desaprobatoria a los pendejos. Cuando ya los había pasado el dueño me pregunta desafiante que si acaso había escupido a su perro. No, le respondí sin dejar de caminar. Una cosa es enfrentarte a un perro, otra es simultáneamente a tres flaites*. 

*Flaite en Chile llamamos a los "turros" argentino, o pandillero en general. 

Igual mi mano derecha ya había, nuevamente preparado mi armita para la defensa si tocaba; pero por suerte ya estaba frente al semáforo en verde así que crucé rápido hacia la estación de bomberos donde supuse siempre podría refugiarme en caso de necesitarlo. De todos modos, me doy cuenta que el dueño de la creatura algo vio en el aire, pensó que era un escupitajo por suerte, já, espero ese pequeño demonio cuadrúpedo haya lagrimeado bastante. Por eso me cargan los perros, son patudos, toman decisiones sin preguntarte, invaden tu espacio, tu privacidad y atacan de imprevisto.

Un michi jamás te hará eso, o si lo intenta es demasiado pequeño para suponer un peligro por ejemplo en noche por la calle.

Me cago en los perros y la gente de mierda que los saca sin correa o propio control de voz. Juro que no me temblaría la mano en matar a una de esas bestias si me ataca y tengo en mis manos un arma letal.

Que vivan los gatos.

"Borderline" (2020) - Tame Impala



6 comentarios:

  1. Aunque te cueste de creer, el perro nunca es el culpable. Lo es siempre el dueño o dueña.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Sí, toda la razón. El animal es sólo un animal y hará lo que sus instintos le indican.

      Borrar
  2. Pues menos mal que llevabas un arma secreta. De todos modos, el animal no tenía culpa, mira el gilipollas del amo preguntando ofendido si le habías escupido. Hay que tener morro. Me alegro de qu4e salieras indemne.
    Un abrazo.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Sí, igual tuve suerte. El gas pimienta está bien para repeler ataques de una persona o animal, pero 3 es otro cuento jeje
      Un abrazo!

      Borrar
  3. ...osea, si me acerco moviéndote la cola, me darías una patada... 😐

    (P.S. Menos mal que nadie resultó lesionado)

    ResponderBorrar

¡Gracias por leer y comentar!